La carta que nunca te dí_Palabras encerradas en mí:
Son muchos los años que no te he hablado, por miedo, por rencor, por olvido. El caso es que he andado muy ocupada todo este tiempo, en el trabajo, y luego en el estudio. Y mi fallo fue olvidarte, olvidar el amor más puro que he tenido jamás, el no consumado.
Y entonces… llegó ese día, el día que te volví a ver y a saber de ti. Yo andaba a paso ligero hacia casa, acababa de dejarme el tren en el andén, me había colocado los auriculares y seguía mi camino al paso de la música que sonaba, pero de repente mi cuerpo se paró, la música sonó lejana y mi corazón se aceleró. Eras tú. Seguías igual, como si el tiempo no te hubiera pasado, y yo para entonces estaba tan cambiada…
Mis sentidos se agudizaron, mi cuerpo congelado empezó a adquirir un calor sobrehumano y cientos de imágenes acudieron a mi mente. Tú, con tu mirada negra y profunda, tu cuerpo delgado y largo y tu nariz tan personal, esa que te diferencia de todos los demás. Todos esos rasgos me enamoraron, todos ellos y tu grave voz. Tus peculiares historias, tu gran sonrisa y sobretodo nuestros silencios compartidos.
Nuestras miradas se cruzaron por un instante, ese que me pareció eterno, ese que guardo en un lado de mi memoria. Eras real, volvías a ser real y palpable para mi. Pero serías difícil de alcanzar, al igual que yo, habías hecho tu vida, y en ella había un amor. Ese amor que yo no supe darte, lo hallaste en otra persona. Eso lo supe unos días después de haberte visto.
El día que te ví, no supe como reaccionar, no supe que decirte, un simple "adeu" después de todos estos años, que encuentro tan fugaz y triste. Hubiese congelado el tiempo para poder tocarte y susurrarte al oído lo mucho que te quise y seguir diciéndote que mi amor por ti aún no ha muerto, que creo que sigo amándote como jamás he amado a alguien. Pero fue mi error, por no atreverme nunca a hablarte claro sobre mis sentimientos, por no demostrarte cuán significabas para mi, por no adorarte día y noche. Fue mi único error, y el tiempo me lo está haciendo pagar.
En todo este tiempo te he buscado en cuerpo de otros, algún pedazo tuyo en esos hombres que tuve, pero siempre me engañé, pues no tenia que reconstruirte a ti con pedazos de ellos sino ir en tu búsqueda, pero nunca lo comprendí. Hasta el día de hoy.
Y ahora, estás en manos de otra, esa que te adora día y noche, esa que te susurra tiernas palabras y te emborracha de besos, esa que posee tu largo cuerpo y te hace suspirar, esa que es tu dueña y que ha compartido tanto contigo, esa que te robó…
¿Cómo competir contra ella? No puedo aparecer después de tanto tiempo sin decir palabra y pensar que tan sólo con mi presencia volverás a enamorarte de mí, como aquella vez. No puedo pedirte eso. Sería ser una egoísta. Me conformo con saber que estás ahí. Que yo ahora estoy más cerca que nunca, que puedo sentir tu presencia cuando paso por tu barrio, que me encanta saber de ti.
Y me guardo este gran amor que siento por ti, lo guardo muy dentro de mi para que no salga y provoque una explosión que se lleve todo por delante. Lo guardo para mi, porque ya es tarde para dártelo, tu tienes dueña, yo soy un alma errante.
Pero quiero hacerte saber que nadie más que tu me ha hecho sentir algo igual. Tu, has erizado cada uno de mis pelos, has llegado a mi corazón dándole más energía para latir, tu me has hecho sentir que la vida está llena de color.
¿Porque nos separamos? Eso sólo lo sabe el destino, ese que está escrito y que me atrevería a cambiar solo para poder estar a tu lado una vez.
Ahora podré verte con más frecuencia, y espero verte sólo porque si te veo con tu dueña, a pesar de que es inevitable, a mi corazón se le abrirá una nueva grieta y no creo que lo soporte…
Pero anhelaría oírte una vez más, poder hablarte sin miedo, escuchar esa voz que suena como un eco dentro de mi, compartir una cálida charla sin más. Sólo verte de cerca. Tan sólo empaparme de ti sin tocarte, sólo imaginando que lo hago.
Tantas son las veces que te he imaginado, que no puedo hacer más que vivir una y otra noche esperándote en mis sueños. Ahí soy yo tu dueña y tu el mío, ahí puedo tocarte y sentirte palmo a palmo, recorrer todo tu cuerpo mientras mis pelos se erizan, acercarme a tus gruesos labios y besarlos con ese ansia de sed que tengo de ti. Mirarte a esos profundos negros ojos mientras me fundo contigo, y te entrego mi cuerpo y mi alma. Jadearte al oído mientras nuestros cuerpos llegan al nirvana al unísono, y mirarte una y otra vez y sentir que eres mío, que eres parte de mí, que por fin te he encontrado y somos uno. Embriagarme de ti noche tras noche hasta quedar exhausta de tu amor, y sentirte dentro de mi cada instante.
Pero la realidad es otra, tu estás lejos, no puedo jugar contigo, jamás lo haría. No puedo robarte como si fueses un objeto de valor, sólo puedo esperar…
Al igual que la vida me ha vuelto a ti, a reencontrarte aunque sea de lejos, alhomejor la vida me puede aproximar algo más a ti, volver a ser tu amiga. Poder reírme otra vez como lo hicimos.
Olvidar el pasado y empezar un nuevo presente, uno en que nos comuniquemos con total transparencia, sin miedo, sin secretos. Uno en el que me pueda volver a enamorar de ti, porque eso es algo que jamás cambiaría, una vida tras otra seguiría amándote, quizá en esta ya te he perdido, pero en otra vida puede que te encuentre y te ame sin reparos, sin barreras, con toda mi verdad y mis sentidos. Entonces no te dejaré escapar.
Esta es la segunda carta que te escribo, de la primera ni me acuerdo, no se si llegué a decirte todo lo que sentía por ti. No me acuerdo. Pero si que recuerdo el modo en el que me cogiste la carta y te la guardaste en el bolsillo trasero de tus vaqueros, esos pantalones tan andrajosos que solías llevar a diario que mostraban tus rodillas, esas que tantas veces he soñado. Y después, tu tierna sonrisa, lo que desconoces es lo que aconteció después del reparto, me eché a llorar de alegría, de emoción de exaltación, había empleado tanto tiempo en escribirte esa carta, no te lo puedes llegar a imaginar, y no me decidía a dártela. Hasta que saqué valor y me encaminé hacia tu casa, por el camino iba parándome y retrocediendo rumbo a mi casa, pero saque el suficiente coraje para llegar delante de tu puerta y tocar el timbre. Entonces supe que ya no había vuelta atrás, que tenía que enfrentarme a ti, a mi amado. Lo hice, y me sentí la mujer más feliz en la Tierra.
Bien, esta es la segunda carta que te escribo. Y esta si que permanecerá conmigo. Nunca sabrás de ella, quizá pase mucho tiempo y te encuentres en el día en que paseando a tu hijo veas una carta en el buzón, que el remitente diga Nadia Chair, y el título sea: la carta que nunca te dí.
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