La vieja de la suite 9 y los recuerdos de Edward_____________


Carmen, 65 años

Carmen es arrugada como una pasa. Sus cabellos plateados han perdido el brillo ante el sol. Se dibuja las cejas con un afilado lápiz de ojos color negro. Tiene un gato llamado Gorey, uno de sus artistas preferidos. Le gusta partir nueces, odia las telenovelas, le encantan los libros y detesta a la gente que se cree alguien por tener fama o dinero. Desde hace 40 años vive en su propio hotel. Lo heredó de su padre y siempre le ha tenido mucho apego, por ello decidió desde el primer momento adquirirse una de las suites como su propia vivienda.
Ha visto de todos los colores. Gente pasajera. Jóvenes y tímidas parejas en busca de un nido de amor. Personajes estrafalarios, uno de ellos que guarda en su memoria fue un excéntrico dibujante que vestía de negro exceptuando sus verdes calcetines y un sombrero a juego con ese verde oliva que le recordaba a Andalucía, su pueblo natal.
Muchas veces había tenido problemas con algunos de los clientes, sobretodo con un chulo que se traía sus putas, al que había avisado más de una vez.
Carmen había sido cantante, del mundo de la farándula, tenía un chorro de voz y una puesta en escena digna de ver. Tuvo mucho éxito, se volvió codiciosa y al final acabó por perderse, antes de abandonarse por completo decidió viajar a New Orleans allí vivía su dulce padre.
Carmen dejó por entero el canto, no quiso hablar jamás de su gran talento. Se embarcó en trabajos basura a pesar de que su padre le ofrecía un buen puesto en uno de sus hoteles que se encontraba en Brooklyn. Ella quería permanecer allí con él, aunque trabajará en una cadena de hamburguesas, empezaba a sentirse cómoda y bien consigo misma. Su padre cayó enfermo, lo hospitalizaron y estuvo un largo tiempo en cama. La convenció para que se fuera al hotel de Brooklyn y lo llevará. Debido al estado de su amado padre ésta accedió. Hizo las maletas y se dirigió a Brooklyn. Una vez llegó y contempló la antigua fachada del edificio sintió como que ya conocía aquél lugar. Entró por la acristalada puerta de colores y se topó con el mostrador y uno de esos timbres que siempre le había hecho tanta gracia.

- Cliiiiiiiiinc!
Apareció el encargado, con una sonrisa ensayada y aplicada tantas veces, y le preguntó:
- Si¿En que puede servirle señora?
- Buenos días muchacho. Soy Carmen.
- Vaya así que usted es la hija del jefe… Carmen que nombre tan… ¿europeo?
- Andaluz, España.
- Ah vaya, flamenco, los toros…
- Paella… sisi, no siga ya se me ese cuento, escuche me podría guiar por las habitaciones, si no es mucha molestia… me gustaría ver el hotel.
- Por supuesto, está usted en su casa.
- De tu, por favor.
Carmen y Jake el encargado visitaron cada una de las habitaciones, exceptuando la suite 9.
- Y digame ¿quien se hospeda en esa suite?
- Pues verá, un tipo muy curioso. Lleva consigo un diario y una pluma. Usa un sombrero a juego con sus calcetines y siempre viste de negro.
- Vaya, un personaje peculiar diría yo.
Las primeras noches Carmen la nueva jefa del hotel durmió en las suites consecutivas a las del extraño inquilino. Intentaba estar en el hall a media tarde y por las noche para ver si tenía el gusto de conocer a tan excéntrico hombrecillo. Y una de las noches lo logró.
- Buenas noches mr. Lady! – quitándose su naranja sombrero-.
- Buenas noches caballero. Por fin tengo el gusto de verle.
- ¿A mi? Me halaga señorita, un pobre viejo como yo con una viva flor como usted.
- He oído hablar mucho de usted sabe. Y me inquieta la gente tan misteriosa…
- Ja, ja, ja¿Misterioso yo? ¿Lo dice por mis atuendos?
- En parte. Perdone no me he presentado, soy Carmen la nueva dueña de este hotel.
- Anxanté madmoiselle- besando la mano de Carmen.
Desde aquél esperado encuentro, Carmen y Edward compartieron unas entretenidas tardes de tertulia. Ambos tenían muchas cosas en común. Eran artistas. Les gustaba la literatura y todo lo relacionado con las artes. Entablaron una entrañable amistad. Ella descubrió que era un importante dibujante inglés. Accedió a cantarle una de las tardes y Edward se emocionó al oír aquella voz tan profunda. Pasaron varios meses y Edward tenia que partir a Inglaterra nuevamente para editar su quinto libro. Carmen le deseó un feliz viaje y le besó en la boca como prueba del afecto que le tenía. Edward le regaló un ejemplar de uno de sus libros favoritos Amphigorey y le devolvió ese húmedo beso, que le supo a despedida.
Se cartearon durante mucho tiempo hasta que uno de los días le llegó un telegrama anunciándole que su querido amigo había fallecido.
Viajó a Inglaterra a presentarle sus respetos y la familia de Edward accedió a que visitará el castillo de éste. Había dejado una carta escrita especialmente a Carmen en el que decía que le dejaba parte de su colección de libros así como muchos ejemplares suyos. Fue un entrañable regalo y Carmen conmovida después de pasar unos días por el pueblo natal de su amado ilustrador volvió a casa. Y desde entonces se hospedó en la suite 9 con todos los recuerdos de aquél excéntrico y adorable personaje.