El amante fugaz:

Toda mujer tiene alguien a quien amar y alguien a quien querer. Y yo ahora tengo alguien a quien querer, bueno ya van un par de años que quiero a ese hombre... ahora hace tiempo que no le veía pero su visita me llegó como un aire primaveral. Ese Dios de ébano cada vez que me posee me deja llena de su fragancia, un aroma que me dura días..
Eran las 02,40 h y mi móvil empezó a sonar con la melodía de Morodo, me percaté entonces de que había recibido un mensaje, busqué el aparato entre los cojines acumulados y di con él.
Leí, era mi hombre divino, al parecer se moría de ganas de verme, de hecho estaba en camino...
Pasaron unos minutos y el móvil sonó, esta vez era otra melodía, la de llamada. La llamada perdida que me indicaba que había llegado a casa, que en unos instantes lo iba a tener entre mis brazos...
Desde el sofá vi una pequeña pero fuerte luz circular, era la mirilla, él subía, se aproximaba a mi, solo para mi!
Lo recibí con un largo y húmedo beso, llevaba una gorra a conjunto con su skate, siempre me había gustado como vestía, ese look desenfadado y a la vez bohemio, me mataba!
Charlamos sobre esto y aquello, mientras mirábamos de reojo la pantalla del ordenador donde había puesto una de esas películas anime que tanto me fascinan, una de samurais. Ninguno de los dos tenía interés por seguirla, además estaba subtitulada con unas horrendas letras blancas ilegibles... como para seguirla teniendo ese cañón de hombre a mi lado acariciandome la mano suavemente...
Nos enredamos, en besos, abrazos y caricias y la noche se fundió con nosotros. Los jóvenes amantes, una vez más.
Al amanecer, volvió su cabeza hacia mi y me sonrió, me besó dulcemente y me tendió su mano para abrigarme con su calor...
Me preguntó la hora, pues mi alarma sonaba enérgicamente, le dije las 10,00 h, me tapó esta vez con el edredón y permanecimos esos últimos instantes abrazados hasta su partida.
Oí un ruido de sabanas y edredón, se estaba incorporando, se levantaba, mi querido se iba..
Mientras se ponía los pantalones y se ataba su melena me sonreía, y me miraba fijamente... es tarde- susurraba.
Le pregunté si quería una taza de café, me contestó - no gracias.
Me levanté y me dirigí hacia el baño, y cuando me estaba lavando los dientes, de repente unos fuertes brazos me rodearon por la cintura y unos labios ardiendo me besaron el cuello, una vez más dejó su marca en mí.
Me despedí de él con un dulce beso, y un abrazo enoooorme, me encantaba abrazar a mi dios de ébano. Y aún bajando las escaleras del piso me dirigió una bella sonrisa y un
- Nos vemos!
- Hasta pronto!- dije para mi bajito...
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